-Jorge Fernández Bustos-
Antonio Rey Quintet
Músicos: Antonio Rey (guitarra); Gema Moneo (baile); Manuel Urbina (segunda guitarra);
Mara Rey (cante); Paco Vega (percusión). Lugar: Teatro Alhambra. Aforo: lleno. Lunes, 22
de febrero de 2016
La sombra del maestro Paco de Lucía, fallecido en 2014, se
impuso desde un comienzo. No sólo lo denunciaba el programa, sino que el mismo
Antonio Rey lo advirtió cuando hizo uso de la palabra. Sonó Paco, desde luego,
y también sonó Riqueni, pero cuando más convenció es cuando sonaba él mismo
como intérprete y creador. Antonio Rey es un virtuoso de la guitarra, sensitivo
y versátil; empañado de otras músicas que trascienden el flamenco. Un sonido
limpio y sin fisuras, aunque a veces abusaba del silencio. Ese respiro que,
para otros tocaores, representa un valor, Rey no terminó de aprovechar.
Por motivos desconocidos, como suele pasar, el programa de
mano no era ni orientativo, pues saltó temas, eliminó otros y añadió algunos
que no estaban, seguramente porque esta minuta se hace con varios meses de
antelación.
Con todo y con eso, el sabor de Lucía quedó manifiesto,
desde la taranta, con la que abrió el espectáculo (Maestro Lucía), hasta las bulerías finales, que sonaron muy
jerezanas (Arcos de Santiago),
pasando por las rumbas (Río de miel)
y las alegrías (Aromas de la Caleta).
Antonio estuvo acompañado de Manuel Urbina, una segunda guitarra
respetuosa; de Mara Rey, su hermana, al cante, que estuvo tan sólo correcta; y
Paco Vega, a la exacta percusión,
aunque al principio, exactamente en la rumba, se impuso en demasía. Quizá la
mejor aportación de la caja se viera en las alegrías, acompañando al baile,
cuando la guitarra, por su mismo protagonismo, andaba descompasada. Cuando en
una función hay bailaora o bailaor, aunque sean acompañantes, a modo
ilustrativo, son estos los que deben mandar en el escenario, ellos deben llevar
la voz cantante.
Así, Gema
Moneo al baile,
tuvo dos momentos. Tanto en los tangos (Los
tangos de mi compadre) como en las alegrías empezó con titubeos (¿tímida?),
pero se fue creciendo por momentos hasta doblarse a sí misma, hasta
convencernos con su verdad.
Al final del concierto, a manera de bis, el quinteto pasó a
ser sexteto con el sobrino de Antonio Rey, presumiblemente el hijo de Mara, que
se arrancó por bulerías a boca de escenario, con poquita voz y fuera de tono,
pero con mucho gusto. Por momentos recordó en sus letras a Luis de la Pica, ese
cantaor de Jerez todavía no suficientemente reconocido.